lunes, 29 de junio de 2009

Confesión de Humberto Dorado




Humberto Dorado, conocido también como "adorado" por la comunidad malpensante, no resiste las ganas de echarse cada vez que puede eso que en España llaman "un chascarrillo". Esto es, el actor bogotano siempre está dispuesto a meter la cucharada y dejar su impronta caústica, quizá mezcla del caucano de su papá y de la costeñidad de su mamá. El caso es que el artista accedió a confesarse al filo del fin del Festival, cual Cenicienta ajena al futuro de su zapato de cristal. El encanto del siete cueros contagió el ambiente:

"Yo soy un adorador de la palabra. Cada comunidad tiene sus deidades. La mía ha sido la palabra como una relación amorosa esquiva. No hay nada que más rabia me de que no encontrar la palabra con la que me quiero expresar. Hago uso de mi disco duro, mi inconsciente, para encontrarla o sino del diccionario. Por ejemplo: no he encontrado la palabra que, en la costumbre inglesa hacen como un tributo al amigo/a que se fue en los momentos más divertidos, más festivos. Por ahí, el miércoles de la semana que viene encontraré la palabra exacta para esto que sucedió esta noche en el auditorio William Shakespeare durante el homenaje que le hicimos a Fanny Mikey, en la clausura del Festival Malpensante 2009. Quizá la palabra me obsesione porque en mi vida personal me sale el bobo que llevo adentro y me salen solo cosas procaces. Soy un incompetente para expresar mis emociones a nivel de habla. Cuando las escribo, cuando actúo, no soy yo sino el otro. No me funciona hacer uso de mis personajes cuando me tengo que expresar para enamorar. Debo emplear mis recursos teatrales. Hago tantos esfuerzos que no hay decepción que valga. Cuando uno tiene un personaje, uno acaba hablando como él. Decir "te amo" en el momento preciso, a la persona deseada y cómo yo quisiera hacerlo es un problema. En ese caso, prefiero preguntar ¿te provoca algo?, ¿qué horas tienes? en lugar de expresar mi temor a que la mujer amada se vaya, por ejemplo. Eso revela mi timidez galopante. Sin embargo, no he renunciado al amor aunque no he podido transitar caminos elegantes. Ha sido siempre ella la que me ha rescatado del laberinto en que me meto. Tengo pavor que me guste alguien. Soy paciente en el amor".

Confesión de Jaime Correas



La confesión de Jaime Correas, director del diario UNO de Mendoza (Argentina), sobre la llamada que el escritor colombiano Héctor Abad Faciolince le hace desde Alemania el 17 de agosto de 2007 a las 6.00 p.m. Jaime estaba en la redacción de su periódico y la telefonista le pasa la llamada de "un tal señor Lince" a su oficina:
"En un primer momento pensé que era un hombre que estaba si no loco, por lo menos estaba sobrepasado por una situación. Es normal que hay personas con disturbios me llame al periódico. En lugar de desviar la llamada, intuí que tenía que ver conmigo porque me habló de un soneto de Borges y decidí seguir hablando con él y darle mi email. Comienza a enviarme documentos y en el intercambio de esta información surge rápidamente una confianza muy grande. Se crea una armonía en la relación que nos permite reconstruir juntos la historia en busca del autor del soneto que aparece en el bolsillo del padre asesinado de Héctor, el señor Héctor Abad Gómez. Hoy en día tengo en Héctor, el escritor, un amigo al que siento como un primo. Héctor tiene sus locuras. El loco primero desapareció. Queda para los dos una historia de locos".

Confesión de Alberto Quiroga



Alberto Quiroga, director de publicidad del Festival Malpensante, es el autor intelectual de AL ROJO VIVO y del slogan que acompaña esta saga festivalera, PASE BIEN HABLE MAL. El y solo él es el responsable de que la gente ande en plan picante estos cinco días. Confesado bajo el fabuloso árbol del siete cueros, Quiroga afirmó:
"Los ajíes crecen en la punta de la lengua. Sólo se vuelven ajíes cuando uno los prueba, los chupa, los saborea, cuando la lengua empieza a hincharse y toma la misma forma del ají, entonces se pone a prueba el picante. Esto es una demostración personal y, por tanto, científica de que los ajíes no son viles maticas que crecen silvestrudos. Las lenguas y los ajíes que yo conozco son muy cultivados. Yo fui educado y maleducado por mi hijo menor en la cultura del ají y de las lenguas picantes. Es decir mi hijo es irresponsable en este caso y me consta que mi hijo tiene la lengua al rojo vivo porque dice cosas como orgasmo femenino cuando habla de bigotes".

Confesión de Sergio Dahbar



Sin más obstáculos que las ramas descascaradas del siete cueros, Sergio Dabhar, director de la revista literaria El Librero de Venezuela, confesó hasta dónde le han arrastrado sus pasiones lectoras:
"Me he obsesionado con un tema: una crónica escrita por la periodista Leila Guerriero sobre una mujer, Inés Berdón, que padece un exceso de olfato. Esa es la metáfora del editor, alguien que puede oler por otros y saber lo que otros van a querer. Me gustaría tener ese don para mi tarea editorial diaria, tener esa virtud para encontrar los títulos que sean importantes para los demás, que los llene de satisfacción y placer. No hablo de consumir por consumir. Sino del libro que aporte a la vida personal de cada quien. Estaría dispuesto a perder hasta... mi nariz original para encontrar ese olfato".

Confesión de Gerardo Reyes




En medio de su licencia no remunerada, el senior writer del Nuevo Herald de Miami, Gerardo Reyes, eligió la penumbra de la noche en el colegio Anglo Colombiano de Bogotá, sede de la cuarta edición del Festival Malpensante para confesarse bajo el siete cueros:
"La autocensura, cuando un editor o un reportero debe dejar de publicar algo porque afectaría los intereses del amigo, del político y del empresario del medio, esa información autocensurada se queda en los pasillos de las salas de redacción. Cuando el gobierno censura la SPI sale a denunciar pero cuando es el director del medio el que lo hace con el trabajo de sus periodistas o son ellos mismos los que lo hacen, entonces la ropa sucia se lava en casa. Los medios han sido muy astutos para que la autocensura, esas zonas prohibidas autoimpuestas, no les afecte en su credibilidad. De manera que no dan a conocer la citada autocensura. Es decir, los periodistas callan, se silencian, guardan el secreto. Esos secretos inundan las salas de redacción sobre todo en periodos de polarización, como el que estamos viviendo en Colombia. Hay temas que no se tocan o que se tocan como dice el director. Hay historias que definitivamente no van pero no por argumentos periodísticos sino por conveniencias personales, políticas o ecónomicas. Estoy en un medio en el que hasta ahora, después de 20 años, a pesar de trabajar temas fuertes para nuestros lectores (ejemplo: denunciar las actividades clandestinas de la fundación cubano americana) no me han censurado. Yo tampoco lo he hecho conmigo mismo. Yo vivo en parte de la autocensura de mis colegas latinoamericanos. Me llaman colegas que no pueden publicar en su país para que yo continúe la investigación y, una vez publicada fuera, ya no hay más excusas para no hacerlo".

domingo, 28 de junio de 2009

Confesión de Martin Caparrós


Fotografía: Jackie Frysz

Martín Caparrós, cronista y narrador argentino, está dotado de un bigote que parece parte de su condición literaria. Aprovechamos el sábado, tercer día del Festival Malpensante 2009, para confesarle al pie del siete cueros:
"Yo no llegué a la novela desde el periodismo. Escribí desde muy joven, siempre me pensé como alguien que escribe literatura. Yo escribo, lo que hago tiene un referente más preciso y otras veces menos. Muchas veces arriesgo más en ficción que en no ficción. Cuando se me ocurre algún tema de novela, por razones que ignoro, resulta una novela. No pienso en un tema y luego elijo el género. Insisto en que el narrador escribe con referentes más o menos reales. A veces he incorporado otros géneros dentro de otros: recetas de cocina, poemas, libros de autoayuda erótica... Lo bueno de escribir en este momento -supongo que en otros tiempos había más rigor en la división- es que se puede echar mano de lo que uno quiera para contar. No estoy de acuerdo con el título de "Caparrós novelista" con el que me presento en mi segunda intervención en el Festival Malpensante 2009 precisamente por eso, porque delimita al narrador que soy. Sin embargo, estoy cambiando de oficio. Hace una semana me ofrecieron hacer un libro de fotos. No voy a tener que escribir. Solamente tengo que tomar fotos de mujeres en Níger. Una especie de recorrido por el país africano para ofrecer un panorama de las mujeres. Estoy muy contento porque me gusta hacer fotos, me da placer porque no es ahí donde yo me pongo a prueba. Sé que no voy a ser un gran fotógrafo, no tengo un talento especial para ello. En la escritura me costaría aceptar que no tengo un talento especial porque es donde me estoy jugando cada día la imagen que tengo de mi mismo."